""La CAZA de perdiz con reclamo no se enseña, hay que sentirla para aprenderla. Es un arte; un arte tan viejo como el toreo y tan nuevo como el sello que le otorga cada intérprete"."


"CAMBIARIA TODO LO QUE SÉ POR LA MITAD DE LO QUE IGNORO"

lunes, 11 de abril de 2011

Plaga de conejos










En el siglo XIX no había tele y la gente se aburría. A un lumbreras australiano que le gustaba la caza se le ocurrió llevar unas parejas de conejos de Europa, soltarlas para que procrearan como ellas saben hacer y luego divertirse pegándoles tiros a sus descendientes. No sé si vivió lo suficiente como para saber las consecuencias de su ocurrencia, pero en Australia llevan desde entonces intentando acabar con la plaga de conejos.

En 1995 había en la tele un solo programa de cotilleos que se llamaba Corazón, corazón y que solo veían las señoras mayores porque el resto de la gente se aburría viendo tanta reverencia y envaramiento al contar que no sé quién nos enseñaba su nueva casa. Era un programa inofensivo condenado a morir sin dejar descendencia. Entonces un lumbreras llamado Chapis empezó a copresentar ¡Qué me dices! con Belinda Washington. Tres años después el programa desapareció, pero el mal ya estaba hecho. Se dijo que Chapis había muerto, pero no fue así: vive y presenció las consecuencias de su ocurrencia: en España llevamos desde entonces intentando acabar con la plaga de los cotilleos salidos de madre.
Hace un mes Chapis visitó La noria. Había sufrido un ictus (un marichalazo hubiera dicho Joaquín Sabina), se le veía hecho polvo, hablaba con dificultad, estaba en paro, se mostró agradecido a Telecinco y pidió una segunda oportunidad en el mundo de la tele. Le extrajeron unos puntos de audiencia y lo devolvieron al olvido. No supimos más de él. La noria sigue dando vueltas y Telecinco a lo suyo. El banquillo de los juguetes rotos está muy concurrido. Sirve para alimentar a los programas en los que trabajan y de los que viven las estrellas fugaces de hoy, juguetes rotos de mañana. Entonces esperarán su turno en el banquillo, pero nos costará sentir compasión por quienes tienen responsabilidad en esta plaga de conejos.

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